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La envidia se arrastra por el suelo como una serpiente venenosa.

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He estado pensando en abrir los ojos. Sería una buena idea, realmente lo es, si la planeo del todo, a la perfección, con detalles, coordenadas, cada movimiento. A fin de cuentas tan sólo es eso, abrir los ojos. ¿Sólo eso? Y si me parece tan sencillo, ¿por qué no lo he hecho antes? No tengo ni la menor idea.

Quiero abrir los ojos, mirar lo que el futuro tenga para mí. Me gustaría que la gente no fuera tan metiche, me encantaría que la gente pudiese preocuparse de su propia vida sin meterse en la de los demás, sin criticar, porque cada decisión es de uno.

Ahora me está invadiendo la duda de que, la persona que yo quería, retrocedió por todas las cosas que murmuraron los demás. Son esos susurro crueles que te cortan con las cuchillas de la envidia, de la maldad, de todo lo que es despiadado. La envidia es, el mas mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como una serpiente venenosa.

La envidia se arrastra por el suelo como una serpiente venenosa.


Cuando la tragedia nos golpea todo pierde sentido.

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Todos estamos ocupados con nuestra pequeña vida. Triunfos y sin sabores, logros y frustraciones cotidianas, pequeñas o grandes metas con la que le damos sentido a nuestra vida. Pero cuando la tragedia nos golpea todo pierde sentido. Eso que creíamos que era nuestra razón de existir se desvanece, se vuelve de aire, pierde consistencias y nos encontramos frente al vacío del sin sentido.


El corazón busca ese alguien que nos ame, pero no, el corazón no es tan egoísta, él solo busca alguien a quien amar.

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No me voy porque mis amigos no me tomen enserio y no les importa lastimarme. Me voy porque necesito encontrar a alguien a quien amar. También nuestro corazón es como un motorcito chiquitito que todo el tiempo busca y busca, busca encontrar a alguien a quien amar. 

No se cansa nunca, aunque estemos vencidos él siempre busca y busca, porque un corazón necesita amar. A veces nos pasamos cincuenta cuadras, equivocamos el camino y el corazoncito sigue ahí, incansable, diciéndonos no es por acá, pero no lo escuchamos.

Creemos que lo que el corazón busca es alguien que nos ame, pero no, el corazón no es tan egoísta, él solo busca alguien a quien amar. Pero al final siempre el corazón se hace escuchar ¿Cómo ignorar esos latidos que son señales que nos indican el camino? Y yo, estoy escuchando mi corazón, me dice que lo que busco no está ahí, que no estuvo ni estará ahí. 

Un corazón necesita alguien que se deje amar porque esa es la busca más simple y más compleja de este viaje, alguien a quien amar. Uno puede estar ciego gran parte del viaje, pero tarde o temprano empieza a ver el camino.

Y yo estoy en eso, buscando ese lugar donde al fin esté mi roto para esta descocida. Uno puede estar perdido, pero buscar el camino ya es parte de encontrarlo. Aunque te gane la desesperanza, aunque te gane el dolor, aunque creas que es demasiado tarde, busca en tu corazón, busca en tu alma mal herida. 

En algún lugar fuera de tu burbuja habrá alguien a quien amar. Busca incansablemente, irremediablemente, porque para eso venimos a esta vida, para encontrar a alguien a quien amar y encontrarlo.