Detrás de las nubes un conejo monta la luna y le deja caer estrellas, pero el dolor de la mujer es grande y sólo siente la lluvia y las lágrimas. El corazón se le astilla y los vidrios se le clavan en la piel ardiente, que sangra y sangra pero ella ni se preocupa por ocultar las heridas. Las piernas se le van languideciendo de a poco. La mujer se cansa y se recuesta.
Quisiera tirarse sobre la hierba y ser absorbida por la tierra. O quizás devorada por las aguas. Pero su cuerpo sigue ahí. Con los brazos caídos, las manos apuntando hacia el suelo, queriendo escarbar con los dedos en la tierra para buscar a aquel que se le ha ido, mientras ella sigue ahí, con ganas de dormir, de escaparse, de morir.... pero ella sigue ahí.
Ella sigue acá y por la mañana no podrá acostarse a dormir la siesta. Ni encerrarse en el baño a llorar. Ni escaparse a cualquier lado para no pensar. No. Mañana tendrá que calzarse los tacones y levantarse para comerse el mundo. Sola. Por eso es que no quisiera estar en los zapatos de esta mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario