Jurar nunca deberíamos. Muchas veces juré no volver y volví, muchas veces juré no irme y me fui, juré amar para toda la vida y olvide. Juré no volver a perdonar pero mentí, perdoné varias veces. Juré no volver a enamorarme y me volvió a pasar.
Y yo juré no volver a llorar y seguí llorando. Nunca le prometí a nadie un mundo, ni un hijo, ni una vida eterna y ser feliz a su lado. Tampoco he prometido nunca más de cuatro besos y dos medios abrazos.
Si no lo he hecho, quizás sea porque nunca nadie se lo haya merecido. O no, quizás sea yo soy la que no se lo merece. Las promesas significan todo, pero cuando no se cumplen las disculpas no significan nada.