Recuérdale mi rareza que tanto le gustaba, recuérdale la primera vez que vi su voz escrita en papel y recuérdale también la única y última vez que vio mi triste mirada en aquel mensaje humedecido por las lágrimas del adiós no pronunciado. Dile que mis días son los mismos pero aún más apagados desde que se fue, desde que decidió alejarse de alguien tan indefensa como yo y alguien que ahora le cuesta ver la luz. Solo soy alguien que saca fuerzas de dónde ya no las hay.
Mis noches siguen siendo pesadillas desde mi propia marcha, me perdí, me fui tan lejos que ya no sé a dónde fui y dónde estoy. Ya no sé cómo encontrarme, puede que esté a tu lado y sé dónde encontrarte, sé dónde te encuentras y por eso estamos tan perdidos.
Me estoy muriendo, le falta azúcar a esta sangre que fluye por mis venas y me lleva por el camino de la amargura, pero velando por ti siempre estaré hasta el fin de mis días, aunque el resto de los días se me están acabando y ahora probablemente con tanta enfermedad del alma vaya a estar protegiéndote desde arriba.
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