Supe que tenía que ser el indicado porque no se fijó en mi ropa, en el color de mis prendas, ni en la marca de mis etiquetas. No miro mis zapatos, ni en mi bolsa de mano, y tampoco mi cuerpo. Sólo me miraba a mí, directo a mis ojos con un brillo sorprendente que me hacía arder por dentro por tan sólo mirarlo.
Supe que sería él cuando tomó mi mano y la acarició suavemente, tomando un mechón de mi cabello mientras lo enredaba en sus dedos. Sin duda, supe que tenía que ser él cuando se acercó a mi cuello, inhaló profundamente y llevó uno de sus dedos a mis labios susurrando despacio "a partir de ahora somos nosotros".
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