En el correr de los años, muchas veces nos deparamos con pérdidas terribles, por ellas asumimos actitudes y hacemos cosas que jamás soñamos hacer, pero las mismas siempre nos traen una moraleja, un aprendizaje.
Yo he aprendido que más allá de mi soledad, existe un personaje extraordinario. Esos hermosos amigos que creemos saber como piensan y como son, y que nos brindan una mano cálida.
Siendo perfectos desconocidos, nos brindan más que los que dicen ser nuestros amigos cotidianos. No conocemos sus rostros, ni sus voces, ni su color de piel, apenas sus pensamientos y la esencia misma del ser humano, y se tornan tan indispensables como el aire mismo.
En el silencio y el frío de una habitación encontramos, un ser capaz de escucharnos y oír de nuestras tristezas, de vez en cuando arranca una risa y muchas sonrisas. Otros son capaces de confrontarnos con el niño que llevamos dentro.
Muchos se vuelven tan indispensables, que al llegar a casa lo que deseamos es que se encuentren conectados. Estos personajes se convirtieron en las estancias del hogar de una familia, que tras una pantalla forma hermosos vínculos de amistad, muchos descubren el amor, y otro el reencuentro con ese sentimiento. Algunos entran solo para observar que se dice en el chat.
De todo esto solo una cosa lamento, que podamos hacer lazos tan fuertes de esta manera, sin mirarnos a la cara, ver el brillo de los ojos de quien nos escucha y nos da una frase amiga.
Gracias por entregarte sin esperar nada a cambio, y haberme dado tanto. Gracias por estar, y haber sido la mano presente que me dio coraje, para alzar mi rostro y mi mirada nuevamente a la esperanza de la vida. A mis amigos especiales mis amigos cibernéticos.