Empieza una semana más, intentó por todos los medios que sea un semana diferente, que ese grisáceo color que cubre mi alma y mi corazón sea simplemente eso, un gris que va aclarándose, un respiro al sol radiante de días pasados, pero que no ennegrezca los sentimientos, ni el ánimo.
A veces encuentro motivos que abren mi pulmón de la vida, personas que me dan oxígeno para poder respirar. En algunos momentos, las palabras pueden ser el mejor medicamento para un alma entristecida. Hoy mi mente vuela por parajes indefinidos, perdidos en busca de un camino visible del que puedo guiarme.
Hoy como en muchas ocasiones mi alma y mi corazón se visten de gris, hay motivos, hay razones, solo puedo expresar esta sensación escribiendo. Hoy mi mente se adormece, se esconde, no tiene ánimo para dejarse ver. A veces, es fácil otras es tan difícil saber que se quiere en realidad, lo sabes, pero intentas esconderlo en lo más profundo. En ese lugar en el que no dejas entrar a nadie, ese escondite que llevamos en el interior del alma, para que nadie lo visite.
No dejamos que nadie entré porque es como una coraza, un lugar solitario, oscuro que permanece dormido, pero un día despierta y entonces todo se vuelve gris, las manos no dejan de escribir, los ojos brillantes intentan reprimir ese involuntario e incontrolado deseo de llorar, solo deseas estar solo, solo deseas escuchar el silencio, solo deseas no pensar en nada, no sentir.
Hoy es gris, mi alma y mi corazón se vistieron por la mañana con trajes oscuros, no van a un entierro, no van a lugares tristes, pero hoy se vistieron gris, ese color que no es negro ni blanco, ese color que está en el centro, en el medio de dos abismos.