Es un correr para sitios tal vez peores. Es, quizás, un correr desde algo terrible hacia algo peor, pero hay un receso. Antes de afrontar el nuevo obstáculo, hay un descanso, un momento de adormecimiento, de anestesia.
Es como si alguien viniese y nos levantase del cauce mortal, sin saber quién es nuestro benefactor. Al final, no importa. Ahora estoy en ese receso. Ahora estoy descansando de las heridas.
Ahora estoy mirando, sólo mirando, mientras mi corazón late al ritmo al que un día estaba acostumbrado, cuando solía ser de día, cuando solía gustarme lo que ahora me ha castigado tanto.