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Estar a su lado es burlar la muerte.

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Un hombre con los ojos del color del tiempo, con un fulgor en la mirada que me provoca el deseo incontenible de mirarlo también a los ojos, disfrutando una lucha de colores y pupilas que se encuentran y se afrontan, se pelean y combaten para ver quién cede primero, acercándose y dilatándose al extremo, buscando el reflejo cada uno en el espejo del otro. 

Y es color del tiempo el que se impone, dejándome quebrada, ciega y mirado hacia un costado, como pidiendo permiso para mirar y perdón por haber mirado. Saberlo cerca es sentirlo fuerte. Y estar a su lado es burlar la muerte.

Noches llena de desvelos.

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Mil sonrisas pronuncian sus labios anhelantes en la espera de unos brazos. Resuenan como suspiros en su pecho y ella le busca tras las noches llena de desvelos perpetuos, insomne viajera pintando momentos nacidos en trasnoches teñidos de sentimientos. Gracias a mi Dulce Poeta por este hermoso regalo de cumpleaños. Desde que empecé en el mundo de blogger fuiste uno de los primeros que paso a leer mis tonterías y se quedo para siempre. Un beso de mi corazón al tuyo.

Soñé que era feliz…

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Como cada noche, desde hace unas cuantas noches, vencida por el sueño y tropezando con las puertas que me negaban el camino a la cama, llegué, por fin, sana y salva a mi dulce lecho. 

Y como cada noche, desde hace unas cuantas noches, me dejé abrazar por el silencio, acariciar por las sábanas y comencé a sentir ese maravilloso estado de sueño en el que, no se sabe muy bien por qué, uno solo quiere dejarse llevar.

Y entonces, esa noche, como cada noche desde hace unas cuantas, comencé a soñar… Aunque esta vez el sueño era diferente al que había tenido cada noche desde hacia unas cuantas, era un sueño en el que me sentía feliz… Y de repente, y como por un extraño encantamiento, todos mis problemas habían desaparecido: me sentía bien, alegre, ligera, contenta, feliz.

Miraba a mi alrededor y solo veía campo, pero era un campo cortado, limpio, con un camino sinuoso que no tortuoso limitado por bancos de madera, por bancos que uno quisiera habitar.

 Y de repente quise sentarme en uno de esos bancos, si, solo quiero quedarme allí y ver pasar la vida, sentir el aire, y la luz, y el sol y respirar y oler a hierba húmeda y a mar, y a hierbabuena y a tomillo quería quedarme allí.

Pero ocurrió algo extraño no supe bien por qué, el camino, ese camino que llevaba al mar me llamaba como un canto de sirenas, me hacia llegar hacia un lugar donde los girasoles llegaban hasta el final del horizonte, donde se escuchaba música y donde quería quedarme si en la ladera de una colina, un hombre tocaba la guitarra, y era un sonido conocido, era una canción conocida y era una voz conocida y yo quería quedarme allí, con él, escuchando esa música, sintiéndome bien quería cantar, gritarle al mundo que me sentía bien que era feliz.

Pero tampoco pude hacerlo no podía dejar de andar  mis pasos me llevaban, uno tras otro, al mar, al horizonte, allí donde el olor era diferente, el aroma era azul inmenso, era tan fuerte que casi me impedía respirar y allí, al final del camino estaba mi casa una casa que me resultaba tremendamente familiar, cálida, acogedora una casa que olía a pan recién hecho y que me hacía sentir bien un lugar donde pareciera que hubiera vivido mil años ya.

Y allí, en el porche de mi casa, sentada en un balancín, mirando el mar, sintiendo el aire y el sol, relajada, tranquila, contenta, sentí que un hombre me abrazaba y quise esconderme entre sus brazos, oler su aroma, sentirme pequeña, niña, tranquila, protegida, feliz y así, en un balancín orientado al norte, en una casa pintada de color lavanda, abrazada por un hombre que me hacía sentirme bien, Soñé que era feliz.

Aquellas cosas que nos evitaron rechazos, pero que seguramente también nos evitaron momentos absolutamente felices, momentos que no van a volver más…

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 Nunca deberíamos callar lo que sentimos porque muy pocas veces hay segundas oportunidades. Es curioso, pero cuando hablamos de relaciones, de sentimientos, muchas veces, en vez de transmitir todo aquello que sentimos nos dedicamos a hurtar información, ideas, a todo aquello que nos ronda por la cabeza y nos pasea el corazón.

 Y lo curioso es que los miedos de cada uno nos impiden, como muros propios y construidos por cada uno de nosotros, vivir momentos que pudieron ser especiales o no, pero que nunca más sabremos cómo hubieran sido sin sentir. ese mismo miedo que nos impide decir todo lo que sentimos, todo lo que pensamos, todo lo que queremos.

 Y lo más curioso es que cuando las relaciones se terminan, cuando la gente se muere o se va, cuando no tenemos a ese alguien al lado, en ese momento es cuando nos arrepentimos de no haber hablado, cuando pensamos en aquellas cosas que nunca dijimos. Aquellas cosas que nos evitaron rechazos, pero que seguramente también nos evitaron momentos absolutamente felices, momentos que no van a volver más.

 Tengo mil miedos. Soy insegura y me aterroriza ser rechazada o incomprendida. Es por ello por lo que muchas veces las cosas que nunca dije fueron más que las que sí verbalicé. Y creo, honestamente, que esto ha de cambiar, que tengo que hacer propósito de enmienda y comunicarme y no solo decir lo que pienso que no hará daño al otro, o lo que tengo claro que será bien acogido, sino que tengo que decir aquello que temo para alejar el miedo y para al menos saber lo que pasa cuando, en ese momento, con el pánico escénico recorriendo mi garganta, logre pronunciar aquellas cosas que nunca dije y al menos, sin dudas, de una vez por todas, sabré lo que piensa la otra persona.

Aquellas cosas que nos evitaron rechazos, pero que seguramente también nos evitaron momentos absolutamente felices, momentos que no van a volver más