Una torta y un beso. Una sonrisa y una lágrima a la vez. Perder la cabeza, guiarse por impulsos y decir siempre las cosas claras, tragándome la vergüenza y el orgullo a bocados, que no engordan.
Arriesgarme, saltar y subir el volumen al máximo de mi canción 🎶 favorita. Y escaparme de casa, viviendo al día, sin pensar en lo que pueda pasar mañana. Pidiendo perdón antes que permiso, sin nada que me preocupe ni que me haga pensar más de la cuenta.
Sé que estaría bien eso de reflexionar un poco antes de actuar, pero me gusta más ir improvisando,sin saber las posibles consecuencias ni calcular el daño que pueda sufrir. De arriba abajo y de abajo arriba en una milésima de segundo. Sin parar, como una frenética montaña rusa que parece no tener fin.
Muchos dicen que he cambiado, que antes yo no era así; pero la verdad es que no me apetece parar a pensarlo. Que antes pensaba, que ahora estoy loca, que camino sin rumbo fijo. Todo por ese punto fuerte, o débil, según cómo lo mires.
El todo y la nada. Los dos extremos de la balanza; un desequilibrio constante que se me ha contagiado,se ha introducido en mi sangre, y ya corre por mis venas envenenada. Con ganas de gritar, de saltar, y automáticamente de quedarme en silencio.
Que nadie lo entienda, me da igual, no lo pretendo. Darlo todo por una sonrisa, arriesgándome a tirar todo por la borda. Pero, ¿sabes qué? ¡No hay tiempo de pararse a pensar, además, quien no arriesga, no gana y en esta vida, yo no estoy dispuesta a perder.!