¿Y qué hay detrás de los lamentos?. Sólo deseos reprimidos de esos que se anhela, que se vive, que se sueña. Los de ser, de creer, de saber, de vivir. Esos deseos que busco. No pretendo cambiar el mundo es precisamente el mundo el que me ha cambiado a mi, todos los días, todas las horas, todos los segundos que he respirado.
Me he asfixiado muchas veces, o he creído estarlo, pero finalmente mi capacidad de sobrevivir es más fuerte. Continúo viviendo, por costumbre, por falta de innovación, por inercia por seguir creyendo en el amor pero aun vivo. No sé si algún día esto cambie, por ahora me revuelco en mis propios fallidos intentos de alzarme, de caerme y levantarme.
Estoy bien, o pretendo estarlo. No soy todo lo que quisiera ser, pero eso es sólo otro detalle de los tantos que hoy decoran mi vida, de la colección de malos detalles, de malos momentos, de malos respiro de felicidad esfumada.
Y es así, una y otra vez, no hay espacios para detenerse en este remolino que a veces me parece la vida es cierto, no hay finales felices, pero si sigo soñando con uno. Sólo seguiré creyendo tal vez ilusamente en la felicidad, en un segundo de duración y en una luz que logre esclarecer mis grises días y dudas.