Me veo buscándote en cada rincón de mi cama sin poder conciliar el sueño, dando vueltas en el colchón, abrazando la almohada, arañando las sábanas, maldiciendo cada minuto que pasa y que tú no estás aquí, acompañándome esta noche. Cierro los ojos con la esperanza de verte en mis sueños y los vuelvo a abrir esperando encontrarte en mi realidad. Me gustaría ser esa claridad que entra por tu ventana para despertarte cada mañana y esos últimos rayos de luz para despedirte en cada atardecer.
Me gustaría ser tu mesa de noche para ver cómo te sumerges en el mundo de los sueños. Me gustaría ser tu sábana para arroparte en cada madrugada fría. Me gustaría ser tu espejo para convencerte de todo aquello en lo que dudes. Me gustaría ser tu perfume para investigar cada uno de los poros de tu piel. Me gustaría ser tu peine para enredarme en tu pelo.
Me gustaría ser tu colchón para que descansaras en mí todo el peso del día y me gustaría ser tu almohada para aconsejarte en todos tus pensamientos. Pero por desgracia, no soy esa claridad, no esos rayos, ni tu mesilla de noche, ni tu sábana, ni tu espejo, ni tu colchón, ni tu almohada, sólo soy alguien que te espera en su cama en vela con la esperanza de que en una de esas noches, aparezcas. Escribo esta carta a un amor que se fue.
Te sigo esperando.