Quizás se la llevó él con el último beso que me robó. O quizás soy yo, que la escondí hasta que él volviera. Voy sin rumbo fijo, vagabundeo de un lugar a otro por las calles que esta ciudad llamada olvido tiene. Tropiezo, me caigo y me vuelvo a levantar.
Da igual lo llena de barro que me levante, ya me limpiará la lluvia. Una fuerza desconocida me impulsa a seguir avanzando, me da ánimos, impide que me quede tirada en el suelo como una muñeca rota, sin ganas de luchar, sin ganas de enterrar aquel sentimiento en lo más hondo de mi pecho.
Parece que esta tormenta no vaya a terminar nunca, parece que el cielo será siempre gris y que nunca más volveré a verlo azul y a rozarle con la yema de mis dedos. Aunque dicen, que lo mejor está a la vuelta de la esquina, y que el tiempo pone a cada uno en su lugar y, que un clavo saca a otro clavo y es verdad. No busques el cielo azul todas las mañanas, porque no lo vas a encontrar.