Estar seguros, absolutamente seguros. Asegurar que los sábados son púrpuras y las aves de color turquesa. Estremecernos con los pasos de todos esos duendes que rozan nuestra piel sin querer, intentando no molestar mientras construyen a nuestro alrededor esta pequeña burbuja.
Sentirnos sanos y a salvo. Perder el tiempo y recuperarlo junto a tus pestañas. Besos y retratos con pintura de dedos. Sentir tu piel y notar cómo se eriza el vello poco a poco. Aspirar el olor de esa nube que se forma entre tu cuerpo y el mío, esa que nos asegura que no hay nada más allá.
Sentirnos uno. Vivirnos uno. Crearnos en uno nuevo. Soplar momentos y establecernos juntos. Y después, mucho después de todo eso: ser conscientes de que tu y yo alguna vez conseguimos parar el tiempo.