Pero no se ha acostumbrado a todo. Hace dos semanas dicen que gritó ante las estrellas del cielo rotundo que seguiría la bonita costumbre de permanecer enamorada del amor y de la sonrisa eterna. Lo prometió el día que llorando por dentro se dio cuenta que eso de que al final te acostumbras es pura patraña.
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Eso de que al final te acostumbras es pura patraña.
Esta noche necesito perderme en mi locura, en mis desordenes y mi cansancio, esta noche necesito permiso para el tropiezo, llenar mi cara de lágrimas y olvidarme hasta del motivo por el cual empecé a llorar.
Y aunque sangren mis heridas, solo tengo que vendarlas, apretar fuerte los dientes, respirar hondo y seguir. porque sino la vida desgraciadamente se para.
Te olvidé por 5 minutos.
Pasará, ¿y qué nos quedará?, un balance de fracasos velados un asco que alienta el cinismo una caída imparable hacia la mentira.
un balance de fracasos velados
un asco que alienta el cinismo
una caída imparable hacia la mentira.
Fragmento del Poema
De la escritora Española Ohma
Nuestra vida se compone en imágenes, momentos congelados en el tiempo para siempre.
Hay cosas que no podemos explicar con simples palabras. Cosas como seguir vivos, sentimientos como el amor y el compromiso, o sensaciones, como volver a abrazar a un amigo. Quizá por eso nuestra vida se compone en imágenes, momentos congelados en el tiempo para siempre.
De decisiones que cambian sin remedio el rumbo de las cosas. De fotografías fijas guardadas en la memoria que nos recuerdan cada segundo lo hermoso que es vivir. Aunque mucha parte del tiempo nos la pasemos llorando.
He perdido la inspiración, mi musa a desaparecido.
Lo frío del ambiente domina los oídos esperanzados de quienes esperamos el sonido de una tecla, de una cuerda, de un acorde salvador. Pero nada. No ocurre nada fuera del rumor de la gente, del murmullo perenne.
Sólo baila la pluma sobre el papel la danza del aburrimiento. He perdido la inspiración, mi musa a desaparecido.
Recuerdo que tu y yo alguna vez conseguimos parar el tiempo.
Estar seguros, absolutamente seguros. Asegurar que los sábados son púrpuras y las aves de color turquesa. Estremecernos con los pasos de todos esos duendes que rozan nuestra piel sin querer, intentando no molestar mientras construyen a nuestro alrededor esta pequeña burbuja.
Sentirnos sanos y a salvo. Perder el tiempo y recuperarlo junto a tus pestañas. Besos y retratos con pintura de dedos. Sentir tu piel y notar cómo se eriza el vello poco a poco. Aspirar el olor de esa nube que se forma entre tu cuerpo y el mío, esa que nos asegura que no hay nada más allá.
Sentirnos uno. Vivirnos uno. Crearnos en uno nuevo. Soplar momentos y establecernos juntos. Y después, mucho después de todo eso: ser conscientes de que tu y yo alguna vez conseguimos parar el tiempo.
Ahora estoy descansando de las heridas.
Es un correr para sitios tal vez peores. Es, quizás, un correr desde algo terrible hacia algo peor, pero hay un receso. Antes de afrontar el nuevo obstáculo, hay un descanso, un momento de adormecimiento, de anestesia.
Es como si alguien viniese y nos levantase del cauce mortal, sin saber quién es nuestro benefactor. Al final, no importa. Ahora estoy en ese receso. Ahora estoy descansando de las heridas.
Ahora estoy mirando, sólo mirando, mientras mi corazón late al ritmo al que un día estaba acostumbrado, cuando solía ser de día, cuando solía gustarme lo que ahora me ha castigado tanto.
Se me seco de poco a poco el alma.
De acero se convirtió mi alma y mi corazón se hizo pedazos en la dura batalla. No he ganado nada, pero en la lucha se me seco el alma. Se me endureció el espíritu se me curtió la piel.
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