Sus finos brazos abrazaron aún con más fuerza aquel cojín descosido. Era la quinta vez en esa semana que soñaba con él, y la décima que de sus ojos llovían lágrimas con su nombre y apellido. En mi calendario había una fecha marcada en rojo: el día en que volvería a verlo. Pero aún quedaba mucho para eso. Su confundida mente no alcanzaba a comprender por qué echaba de menos a alguien que me HABÍA DESPRECIADO TANTAS VECES.
Lo necesitaba tanto como al oxígeno que ambos respiramos. Se había enganchado a algo mejor que cualquier droga, mucho más adictivo. Buscaba sus besos, sus caricias, su olor, pero lo que no sabía era que mientras yo lloraba su ausencia, él ya no recordaba solo el nombre de aquella MUJER a quien había seducido hacía un par de semanas YO.